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lunes, julio 16, 2007

Parashat Devarim 5767

El Llanto más largo

Parashat Devarim siempre es leída el Shabat previo a Tishá BeAv, aniversario –entre otras cosas- de la destrucción de los dos Templos de Jerusalén.

La Parashá de la semana comienza hablando de aquellos doce hombres –los meraglim- que habían ido a Eretz Israel y que, al regresar, atemorizaron al pueblo ante la inminente conquista de la Tierra prometida, sumiendo a Israel en la desesperanza y en el llanto.

Aquella noche, según el Talmud, era Tisha BeAv. Di-s, viendo al pueblo llorando condenó a los hijos de Israel a vagar durante cuarenta años en el desierto, y repudió a aquella generación decretando que no iría a ingresar a la Tierra Prometida.

‘Hoy lloran un llanto vano’, dijo Di-s. ‘En el futuro, y en esta misma fecha llorarán por generaciones’ (Taanit 29a).

Según la tradición talmúdica, los Templos de Jerusalén, no sólo fueron destruídos por los invasores, sino que el mismo pueblo con sus conductas motivó la destrucción. Jerusalén no sólo fue destruída por voluntad de otros, sino también por errores propios. El paganismo, el derramamiento de sangre y las relaciones incestuosas causaron la destrucción del Primer Templo, mientras que el segundo fue destrudído por el odio gratuito y el apego desmedido al dinero (Ierushalmi Iomá).

Cuatro mil años después de aquella fatídica noche en la que lloramos aquel llanto vano al regreso de los doce meraglim, aquí estamos. Muchas veces hemos sido derribados; muchas volvimos a levantarnos.

Tal vez en estos días que corren, en los que nostros somos la página de la historia que será estudiada en cien años, podamos aprender la lección de Di-s y de nuestra historia.

Entender que la historia de la destrucción de Jerusalén fue desencadenada por una sumatoria de faltas humanas y que no es imposible que se repita. Que sigue habiendo, aun hoy, mucho odio gratuito entre hermanos y muchos enemigos afuera y adentro del mismo pueblo dispuestos a encender –¡Jas VeShalom!- la llama de una nueva destrucción. Comprender en estos tiempos cruciales que atraviesa Israel y que marcará sin duda su futuro, que no se puede ser indiferente…que la indiferencia es criminal. También por ello fue detruída Ierushalaim.

Y por sobre todo, que este nuevo Tisha BeAv nos pueda terminar de convencer que no existe futuro si no ejercitamos Ahavat Israel (el auténtico amor a Israel), recordando siempre que por ello hemos vagado durante dos mil años por los confines de la tierra.
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